domingo, 11 de julio de 2010


Holanda por tercera vez segundo en el Mundial

Holanda consiguió lo que quería. Frenar el juego español. El primer cuarto de hora fue alentador para la 'Roja', que mandó con autoridad y tuvo, en doce minutos, tres claras ocasiones para abrir el marcador, dos de Sergio Ramos y una de Villa.

No encontraron el destino y los de Van Marwijk consiguieron frenar la avalancha de fútbol que se les venía encima cortando el juego constantemente aún a costa de tarjetas que pudieron convertirse, sobre todo una patada de Nigel de Jong en el pecho de Xabi Alonso, en rojas.

Holanda tan solo tenía el recurso de los intentos de internada de Robben y la movilidad de Wesley Sneijder, pero le bastaba para ahogar, con el duro trabajo de contención, y secar la fábrica del fútbol español, dificultar la visión de Xavi y las maniobras de Iniesta pese a la movilidad de Pedro y el desgaste delante de Villa.

Las constantes interrupciones acabaron ofreciendo una primera mitad hasta fea, que se cerró con dos ocasiones de Holanda, en un remate fallido de Mathijsen y en un disparo de Robben que sacó Casillas junto a su palo izquierdo.

Hubiera sido un premio demasiado grande para una timorata Holanda y un castigo exagerado para una España que a partir del cuarto de hora no pudo huir de la trampa de su rival, que continuó por los mismos derroteros tras el descanso.

No podía haber fluidez ni continuidad. A la escasez de ideas se le añadía que el partido estaba más tiempo parado que en juego. Y estuvo a punto de aprovecharlo a los 60 minutos Holanda en un balón con el que se hizo Sneijder en el centro del campo, envió en profundidad a Robben, que se quedó solo ante Iker Casillas, pero el guardameta del Real Madrid volvió a convertirse en un 'santo' al sacar el remate de su ex compañero.

Para entonces ya había saltado al campo Jesús Navas en lugar de Pedro. El extremo diestro del Sevilla no tardó en hacerse notar y provocó en una internada una clamorosa ocasión de David Villa, cuyo disparo a gol lo salvó Heitinga.

Decir que el encuentro estaba abierto es decir poco. Se mascaba la tensión. En cualquier momento se podía desnivelar la balanza en uno y otro lado, aunque volvió a ser España, con un remate en solitario de Sergio Ramos que se le marchó alto, la que tuvo su gran opción.

Holanda pareció acusar el tremendo desgaste y se replegó atrás ante el acoso del conjunto de Del Bosque comenzaba a ejercer de manera insistente, pero los tulipanes no estaban muertos. Dispusieron de una contra letal y Robben de nuevo perdió ante Iker. El resultado el mismo de antes. El capitán español le arrebató el balón y evitó el gol.

España, pese a la entrada de Cesc Fábregas, no fue capaz de encontrar la dinámica mínima para desbordar nuevamente a un equipo tanto bien plantado atrás como el de Van Marwijk, cuya apuesta estuvo a punto de dar sus frutos pero que no puede ocultar su avaricia en cuanto a la fabricación y su excesivo juego duro, que desesperó por momentos a Iniesta y compañía.

Y perdonó España en la prórroga, porque después de un posible penal de Heitinga a Xavi cuando el barcelonista iba a rematar, Cesc, Iniesta y Jesús Navas tuvieron en sus pies de nuevo la sentencia y no la encontraron.

Del Bosque se jugó su última carta en el descanso del período adicional y optó por dar entrada a Fernando Torres en lugar de Villa, quien perdía así la opción de acabar como lìder en solitario de la tabla de artilleros.

Se le puso de cara a España la última fase cuando Heitinga fue expulsado a falta de once minutos por ver la segunda amarilla al agarrar a Iniesta cuando el barcelonista se iba en solitario.

Holanda ya se dedicó a esperar los penales con más claridad que hasta entonces, pero ahí surgió, inconmensurable, Iniesta, quien había sido castigado por infinidad de faltas, para, como hizo con el Barcelona en la Liga de Campeones, dar la mayor alegría de la historia al fútbol español.

Quedaban cuatro minutos, más la prolongación, pero Holanda, sin capacidad, echada toda a perder en la destrucción, fue incapaz de arrebatar la gloria a una España que fue sin discusión mejor y se proclamó más que digna campeona del mundo.

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